La emergencia de una Sociedad Creativa es deseable, en la que el conocimiento circula libremente, se nutra del conjunto y sea afectivizado en cada uno: conocimiento vivenciado en conciencia de unidad-diversidad. Se correspondería con una Economía Amable con las personas y el medio ambiente: una economía al serivio de la vida. Esto requiere reivindicar al sujeto, ponerlo de pie en el centro de su propio mundo, reconocer y nutrir su responsabilidad activa para que ese mundo le sea amable. En otras palabras, requiere de una ciudadanía activa que desarrolla su autoecoética.
La economía atraviesa nuestra cotidianeidad: son económicas las actividades por las que se producen y distribuyen bienes en vistas a sustentar la vida de las personas y del conjunto social. Por definición, la actividad económica es ambiental. Economía y ecología comparten la misma raíz “eco” del vocablo oikos: casa, ambiente, familia. Pero se han concebido desde pensamientos diferentes: La ecología es la primea ciencia que reconoció las interrelaciones en una trama espacio-temporal polinivelada. La economía vigente responde a un pensamiento reduccionista y fragmentado, está planteada como la ciencia de la escasez: la combinación de recursos escasos para satisfacer necesidades múltiples (que el consumismo impulsa al infinito).
La actividad económica está concebida linealmente: toma recursos, los transforma (y distribuye según diferentes modalidades sociopolíticas) y entrega desechos con la consiguiente pérdida de biodiversidad, basurización y alteración de los reguladores de la Biósfera. Está planteada y organizada con una perspectiva monoreferencial y de corto plazo: usa la moneda para traducir procesos de generación y maduración de bienes a valor hoy, lo cual es un artificio que necesita ser reconsiderado, porque la moneda misma expresa la capacidad social de generar valor en el tiempo, valor genuino que responde a las necesidades humanas, al sustento de la vida.
De la necesidad a la autoecosatisfacción
Las necesidades se satisfacen desde la persona misma o desde el ambiente, pero en última instancia siempre con el ambiente biosocial. Maslow las clasificó en tres niveles que expresan a la interrelación persona-cultura. Consideró las que corresponden al bioambiente y al socioambiente (alimento, techo, pertenencia, status, etc) de deficiencia porque son provistas desde el ambiente. Al tercero, el de autorealización, consideró de desarrollo porque se satisfacen desde la persona misma, preponderantemente.
Persona-cultura-biósfera son inseparables, en esa unidad multidiversa se manifiestan tanto las necesidades como la posibilidad de satisfacerlas. Hay tendencias personales: las necesidades que tienen preeminencia para cada quien. Y ocurre un interjuego situacional constante: en cada momento prevalecen determinadas necesidades, y aquello que prevalece configura mundos enteros de diferencia. Dicho de otra manera: las configuraciones personales expresan tendencias de elección e ingresos que corresponden a determinado contexto histórico-cultural; las necesidades emergen de las circunstancias, momento a momento.
La persona tiene que alcanzar satisfacción para poder desplegar su ser-estar en el mundo, ser feliz. Es notorio, estudios de Maslow indican que las personas con buen grado de autorrealización desarrollan mayor conciencia de sí y de lo que los rodea, y un sentido ético-solidario: tienden a la autoecosatisfacción. Es notorio: la economía vigente presiona a la mayoría a la deficiencia, perciban bajos o altísimos ingresos. La economía no atiende, ni sustenta las más caras aspiraciones humanas, no sólo impulsa una espiral de pérdida de sustentabilidad, sino también de sentido y de capacidad reconocer la íntima interrelación persona-sociedad-biósfera.
La trama que nos reúne en un destino compartido
La sociedad nos atraviesa, la vida nos vive: pertenecemos a una comunidad de destino, planetaria, que aún no se reconoce como tal. Un sistema de paradigmas lo dificulta enormemente e impulsa un desfasaje acuciante: la brecha que pone en riesgo a la vida. En esta ponencia y para este problema que nos ocupa se consideran cuatro niveles clave, distintos uno de otro nos atraviesan personal-socialmente y hacen a la realidad que vivimos, seamos conscientes de ello o no:
El nivel biosocioambiental, en el que ocurre la actividad económica, la que llamamos economía real.
El nivel financiero, en el que fluyen las corrientes monetarias y cuasimonetarias.
El nivel del ciberespacio, en el que bulle la red que llamamos virtual.
El nivel paradigmático, el entramado de axiomas sociales y personales con los que interpretamos y actuamos: es el que subyace a los comportamientos personales-sociales.
Cada uno de estos niveles tiene sus propios principios de organización y sus dinámicas de interrelación, y a su vez se encuentran interpenetrados de una manera en la que lo sutil prevalece en la estructuración-organización y reconfiguración de los otros niveles. El nivel paradigmático, invisible y silenciosamente determina grandemente lo que acontece. Sin embargo, las realidades de los demás niveles también lo hacen e impulsan transformaciones en él: la fragilidad de la biósfera y la sociedad planetaria es el caso.
La crisis paradigmática nutre crisis-catástrofes socionaturales: transitamos un cambio de época con desenlace incierto. Nos acercamos a un umbral: los conocimientos disponibles permiten saber que hay un punto a partir del cual el sistema planetario transitará fuertes transformaciones que lo reorganizarán por completo. Cada vez más conscientes del cambio profundo que urge en nuestro sentipensar-hacer estamos transitándolo dolorosamente, en callada o manifiesta angustia.
De una ciudadanía otorgada a una ciudadanía activa
La irrenunciable comunidad de destino requiere renovar el concepto de ciudadanía. La ciudadanía es ambiental: no puede ser de otra manera. La creciente interrelación-interdependencia al interior de la sociedad planetaria ha conformado un mundo en el que es preciso dar lugar a la unidad en la diversidad/a la diversidad en la unidad.
La población alcanza a unos 7.000 millones pero, si consideramos la organización y la interrelación actual, equivale a una cifra superior a los 100.000 millones. Siendo seres histórico-culturales la trama inter-transgeneracional es grande y compleja: en ella se ha originado el problema que enfrenta la humanidad y, eventualmente, su superación.
La ciudadanía otorgada por un Estado que acredita identidad y pertenencia, derechos y obligaciones ya no es suficiente. El Estado que nos cobija es una construcción político-histórica que se esfuma sin la trama vital que otorga el planeta. Somos ciudadanos planetarios: provenimos de culturas que han ido emergiendo en las diversas regiones, se han ido acercando y fagocitándose unas en otras, recreándose.
Proclamamos derechos que demasiadas veces quedan vacíos de contenido: una marea homogeneizante lo arrolla todo. Es preciso desarrollar una ciudadanía planetaria activa con responsabilidad ética en cada uno, en cada rol que ocupe: una ética de la interdependencia (concepto desarrollado por Matjaz Mulej), una ética autosocioantropoética (concepto desarrollado por Edgar Morin, una autoecoética.
Adaptado de la ponencia: “Educación-Ecología-Economía: amable articulación de estudio-investigación-acción” presentado en el 4to Encuentro Nacional Red Educación Ambiental RENEA, Uruguay