Es un libro en el que Ricardo Vanella ofrece “Pequeñas reflexiones para prevenir la anorexia cognitiva”. Se trata de una colección de editoriales suyas que corresponden a algunas de las emisiones de “Clase Ejecutiva Radio”: un programa que se caracteriza por combinar conocimiento con entretenimiento, ofreciendo variados ángulos de observación, y sin que por ello deje de abordar cuestiones de actualidad. Su finalidad indudable es proveer “Alimento para pensar”, fue lo que me atrajo cuando lo escuché por primera vez. Sin duda, nutrió mis pasos para escribir “un ensayo con aire de novela” que titulé: “FUTURABLES: hacia una Sociedad Creativa y una Economía Amable”. Todavía estaba en tarea, cuando Ricardo Vanella me invitó a escribir un prólogo para este libro suyo: en él doy cuenta de algunas de las bienaventuranzas inspiradoras que me sucedieron desde que lo conocí. Aquí lo comparto:
La primera vez que escuché a Ricardo Vanella en “Clase Ejecutiva Radio – ALIMENTO PARA PENSAR” me sentí en buena sintonía. Su bienvenida y editorial tenían la impronta de un profesor provocador y divertido, y su conducción a través del programa reforzaron mi sentir con el despliegue de temas y entrevistados. Luego supe que la consiga de referencia es: “pensar no es aburrido, divertirse no es vacío”.
En aquella, mi primera vez, el tema era la calidad. Es un tema recurrente en Ricardo Vanella, una suerte de fijación: él quiere una sociedad con alta calidad de vida. Citó a Víctor Hugo para recordarnos que la vida es corta y que no hay tiempo que perder en devaneos estériles, ni en tironeos inútiles. Y nos recordó a Ortega y Gasset pidiéndonos, a los argentinos, liberar de una vez nuestras potencias espirituales, nuestra curiosidad y perspicacia, desbloqueando nuestra claridad mental. Luego pasó a exponer lo beneficioso que sería, para la vida cotidiana de todos, dar buen lugar a la entrega de calidad en cada pequeña acción. Y mejor todavía: insistió en que algo así es posible, que está al alcance, y que ponerlo en práctica es evolucionar como persona y como sociedad.
Desde aquél día, “Clase Ejecutiva Radio – ALIMENTO PARA PENSAR” se incorporó a mi vida. Le di un espacio especial, siempre acompañada con lápiz y papel, porque habitualmente aparece algún bocado sustancioso. El espectro de entrevistados del programa es muy variado: puede abrir con la astrobiología o las neurociencias, pasar por la épica empresarial, los conflictos históricos que subyacen a los acontecimientos actuales, y terminar con dimensiones clave de lo que pasa en la arena política actual en el ámbito local o planetario. Las polémicas inconducentes, los temas candentes y cargados de dilemas insolubles no tienen mayor cabida, y en cambio, hay una clara intención por ofrecer otros desde un lugar bien distinto, refrescante.
Hay buena onda, pero no todo es divertido y liviano, porque los problemas del mundo actual son graves y sumamente complejos. Por eso mismo es mejor estar despierto y tomar la oportunidad de reflexionar, porque con ella viene la posibilidad de cambiar. Con ese propósito yo anotaba lo que resonaba para mí, estuviera de acuerdo o no. También notaba la apertura de Ricardo a la emergencia de nuevos paradigmas y mejores dinámicas de interacción, y su compromiso por ofrecer contenidos de utilidad social. Todo el conjunto fue alimentando mis ganas de ser parte desde un nuevo lugar, sin abandonar el que silenciosamente había tomado como oyente.
A Principios del 2009 propuse a Ricardo participar como columnista sobre temas de economía y sociedad, en especial los relacionados a los conceptos que por entonces había comenzado a desarrollar. Estaba segura de que el desafío resultaría inspirador para nutrir el proceso, y sólo esperaba que también fuera interesante para la audiencia. Fue un acierto. El ambiente de “Clase Ejecutiva Radio – ALIMENTO PARA PENSAR”, las conversaciones con Ricardo y sus editoriales cobraron una fuerza inesperada que me llevó, no sólo a participar de una manera nueva como yo quería, sino a escribir un ensayo, y en el trayecto madurar conceptos de Economía Amable.
Esta experiencia, junto a otras en mi vida, sustenta mi convicción de que hay personas que inspiran nuestros pasos: las decisiones que tomamos, las emociones y pensamientos que cultivamos, las formas de interactuar que ejercitamos y hasta los emprendimientos que acometemos. Creo que es importante elegir a esas personas conscientemente y bien, porque hay mucho que depende de eso, porque con ellas establecemos un vínculo cercano que tiñe la cualidad de nuestro sentipensar-hacer. Y tan importante como elegirlas es no idealizarlas. Lo es, tanto para preservar a esas personas de una carga inconducente, como para nuestra propia madurez y evolución. También lo es para dar alas a nuestra más genuina libertad y creatividad.
Inspirarnos en las mejores facetas de aquellos que tienen algo valioso que ofrecer es una vía lícita y recomendable: es permitirnos tomarlas y recrearlas a nuestro particular modo. Para mí, Ricardo Vanella es una persona con indudables facetas inspiradoras. Es un protagonista. Seguramente lo es de muchas maneras, pero especialmente porque invita a todos a dar cuerpo a anhelos, sueños y esperanzas con la propia actitud y accionar. Carpe Diem es la bandera que él enarbola exhortando a vivir plenamente cada instante, con alegría y responsabilidad. Por eso, creo que bien vale transitar las reflexiones que se ofrecen en este libro, con la actitud de buscar las perlas que son valiosas… para cada quien.
¡Bon apetit!
Silvia Zweifel
Buenos Aires, octubre de 2012