Vivimos en una sociedad humana en proceso de integración sistémica creciente, de modo que lo sucede cerca también impacta lejos, de alguna manera. COVID lo torna obvio ya que nos involucra a todos, tanto en las ciudades más populosas como en  los lugares más remotos. Hacía ya tiempo que la humanidad no experimentaba un impacto de tan amplio alcance, por lo menos desde las últimas guerras mundiales.

Lo bueno de lo malo es que invita a tomar conciencia de la unidad-diversidad que somos. La toma conciencia creció y en muchos aspectos. Ahora falta un cambio de consciencia, en un nivel más profundo, que se refleje en los modos de ser-hacer de los individuos y de las organizaciones, de la sociedad toda. Cambiar a nivel de paradigma es crucial para superar los desafíos que nos involucra en el proceso de  globalización que aún no hemos aprendido a gestionar adecuadamente.

Aunque hay quienes seguirán manteniendo su ceguera, lo importante es que COVID pone de manifiesto una oportunidad contundente y la mayoría de las personas reconoce que, de una manera u otra, las cosas cambiarán. Ya están cambiando. Es sabido que cuando de cambios se trata, lo mejor es orientarlo en buena dirección. Sin duda, propiciar el camino amable depende de nosotros, individual y colectivamente. La buena noticia es que hay valiosos recursos disponibles a los que apelar. 

A continuación comparto un fragmento del Capítulo 6 “Hacia un nuevo concepto”, de mi libro “Un camino a la ABUNDANCIA” que trata del conocimiento vivo: un recurso disponible que hay que valorizar y conjugar con nuevos conocimientos poniendo en juego modalidades apreciativas, generativas y prospectivas. A continuación el fragmento:  

“El siglo XXI nos encuentra tan afortunados como para reunir pasado, presente y futuro como nunca antes. En las familias actuales coexisten cuatro y cinco generaciones. El conocimiento vivo, que antes era una rareza ahora está ampliamente disponible. Respecto a ese tipo de conocimiento Einstein apuntó: El conocimiento, existe en dos formas: inerte y sin vida, reunido en libros, y vivo, en la consciencia de los seres humanos. Esta segunda forma es la fundamental, indispensable.

La sociedad cuenta con un gran caudal de experiencia y testimonio para transitar un delicado cambio de época. Las nuevas generaciones tienen la posibilidad de acceder a la experiencia directa de quienes crecieron en un mundo que ya no existe, que sin embargo gravita fuertemente en el presente. Establecer un adecuado marco de interrelación, entre distintas generaciones, en los ámbitos familiar, laboral, comunitario, político y económico, puede habilitar el acceso al tesoro que pulsa en la sociedad actual: el conocimiento vivo. Es posible beneficiarse con una perspectiva intertransgeneracional para navegar la creciente complejidad que se vive. 

En un entorno tan cambiante, tenemos mucho que ofrecernos mutuamente: ¿Quién no necesita alguien en quien sostenerse para enfrentar los desafíos del cotidiano vivir? ¿Qué tiene un viejo para dar a los demás? ¿Qué tiene un niño, un joven, un adulto para ofrecer a un viejo? Las distintas generaciones pueden intercambiar perspectivas, aprovechar experiencias disímiles. Si estamos en este mundo es porque tenemos algo que hacer en él. Tiene que haber alguna razón: aprender unos de otros, unos con otros, crecer juntos y disfrutarlo seguramente está incluido ¿No somos acaso seres sociales y buscadores de sentido?

Crecer juntos es el juego entre las generaciones. Aprovechar experiencias en un nutrirse juntos, aventurarse a descubrir, descubrirse. El encuentro con la mirada fresca y la vitalidad de un niño, tan llena de preguntas sin respuesta y observaciones, bien puede renovar las vivencias de quienes transitan el otro extremo del arco vital. A su vez, la perspectiva de quien ha recorrido mucho es rica para quien está aún en los primeros balbuceos.

Hasta hace poco los abuelos no vivían más allá de la infancia de sus nietos. Es natural que se repitan viejos modelos de una abuelidad trigeneracional. Será así, hasta que nuestra sociedad reconozca y asimile las nuevas posibilidades. La abuelidad es una función que se ha vuelto más compleja: hoy forma parte de la temática de la mediana edad. Hay que seguir creciendo con los hijos y los nietos más allá de la infancia, acompañar a las nuevas generaciones mientras se hacen adolescentes, padres, y hasta abuelos ellos mismos. Es la opción, si lo que queremos es vivir plenamente. “

Desde ya, la abuelidad es sólo un ejemplo. El conocimiento vivo que se encuentra en la conciencia de las personas, es actualmente más caudaloso y diverso que nunca antes en la historia humana. Es un recurso de incalculable valor, que bien gestionado es ampliable, transformable y sinergizable para superar los desafíos que hoy enfrenta la humanidad a nivel local y planetario.

EL CONOCIMIENTO VIVO: un recurso abundante