Las sombras son parte de nuestra vida y es muy importante aprender a tratarlas como corresponde, porque una sola sombra puede cambiar totalmente nuestras circunstancias de vida y hasta nuestro destino.

¡Ha pasado! Hay un caso famoso de tiempos antiguos. Había dos ciudades separadas por un desierto, la ciudad de Ashur y la ciudad de Oikos, similares en recursos naturales y en ubicación estratégica. En ambas el gobierno estaba en buenas manos, sin embargo, era sabido que en la ciudad de Oikos se vivía mejor: la ciudad era rica y sus ciudadanos gozaban de un alto estándar de vida.

Los gobernantes de Ashur trataron la cuestión en repetidas ocasiones:

―¿Qué es lo que no sabemos? preguntaban unos.

―¡Tenemos que mejorar! afirmaban otros.

―¡Si Oikos puede…!  concluyeron todos.

Finalmente encomendaron a un dignatario la misión de visitar Oikos para investigar la cuestión.

Por aquel tiempo no había una ruta establecida a Oikos y los pocos que cruzaban el desierto lo hacían a lomo de burro, de modo que para hacer el viaje el dignatario alquiló un burro acompañado por su dueño, y los tres iniciaron la travesía al alba de la mañana siguiente, cuando el ambiente todavía estaba fresco y agradable. Avanzando hacia el este atestiguaron una espléndida salida de Sol y se conmovieron ante un cielo que fue tornando en azul luminoso, casi hiriente ¡El día prometía!

Unas horas después la arena brillaba humeante con los últimos vestigios de agua. Ningún árbol en kilómetros a la redonda, sólo algunas rocas y arena, arena, arena hasta donde daba la vista. El calor era agobiante y a los tres les costaba estar. Entonces, de pronto, el dignatario no resistió más:

―¡Paremos! exclamó,  y apeándose anunció:

―Voy a descansar un momento a la sombra del burro.

El burrero se apuró a decir:  

―¡Primero tiene que pagar!

El dignatario, creyó no haber escuchado bien y exclamó:  

―¿Cómo?

―Yo sólo le alquilé el burro, no la sombra.  Ahora tiene que pagar por la sombra, dijo el burrero mirándolo directo a los ojos.   

―¡Qué idea! exclamó el dignatario horrorizado.

En segundos los dos se enzarzaron en acalorada discusión, y ya estaban a punto de ir a las manos cuando el dignatario, en un instante de lucidez, gritó:  

―¡Paremos!… hay que volver a Ashur para presentar el caso en la Corte.

―¡Sí! exclamó el burrero, sintiéndose ganador de antemano.

De inmediato emprendieron el regreso y cuando llegaron a las puertas de Ashur la gente se sorprendió de verlos tan pronto, y al enterarse del motivo un reguero recorrió la ciudad:

―Ahhhh ¿Un caso por la sombra de un burro? repetían corriendo la voz.

Al presentarse los viajeros ante la Corte, salvo los enfermos y desahuciados impedidos de asistir, la ciudad en pleno se había convocado allí. Todos muy dispuestos a escuchar los alegatos.

Como era de esperar, en razón de su investidura y por tener más experiencia en aquellos menesteres, primero habló el dignatario, quien presentó su postura luego de una larga introducción:

―Como saben, inicié el viaje a Oikos en cumplimiento de la misión que me ha sido confiada por los más altos poderes públicos, mandato por el cual me siento extremadamente horrado y reconocido en mis capacidades de servir al bien común de mi querida ciudad de Ashur …

Entre la audiencia allí autoconvocada muchos asentían y comentaban:

―Es una persona de conocimiento ¡Sabe lo que dice!

―¡Cierto! ¿Cómo puede alguien pensar que la sombra del burro puede separarse del burro, decían en voz alta para hacer saber que ellos también entendían el asunto.

―¡Sin duda! El burro y su sombra son una unidad, dijo uno en voz muy alta.

 ―¡Inseparable! asintieron muchos otros haciendo eco.  

Cuando le tocó hablar al burrero, su alocución fue corta y al punto:

―Este hombre alquiló mi burro para cruzar el desierto y en medio del desierto quiso también su sombra ¡Sin pagar!  ¡Es la sombra de mi burro!

Nuevos comentarios se escucharon entre la audiencia:

―¡Es su única posesión! Pobre hombre…

―¡Los ricos son así! Si pueden se aprovechan…

―¡Tiene que pagar por usar la sombra!

Entonces el Juez golpeando el mazo llamó al orden:

―¡Silencio! Esta cuestión es demasiado compleja, vamos a continuar mañana…

Al día siguiente, nuevamente la ciudad en pleno asistió a la Corte. La atmósfera estaba decididamente tensa, muy tensa, porque durante la noche se habían formado dos partidos en franca oposición: uno a favor de la unidad burro-sombra y el otro en contra, a favor del burro separado de su sombra.

La ciudad que siempre había gozado de un buen ambiente, se había dividido en dos facciones radicalmente opuestas. Las familias se habían separado enrolándose en una u otra postura, los amigos se habían vuelto enemigos, y entre vecinos antes bien llevados había un encono inusitado.

Queriendo tratar la cuestión el Juez llamó al orden, pero la gente seguía vertiendo sus opiniones sobre el asunto: la mayoría en apasionada discusión en pequeños grupos y una minoría rumoreando por lo bajo ¡El ruido era infernal! El Juez, por primera vez en largos años en sus funciones, no encontraba manera de iniciar la sesión. Viendo que era imposible, atinó a dar varios golpes seguidos con su mazo para anunciar a gritos:  

―¡¡¡Cuarto intermedio!!! ¡La sesión continua mañana!

Pero para la ciudad de Ashur no hubo un mañana. Esa noche los enconos salieron de madre, los enardecidos atacaron a sus opositores a golpes y pedradas, incendiaron casas y edificios públicos. Los disturbios se extendieron por toda la ciudad, que en unas horas quedó completamente destruida. Sólo unos pocos sobrevivieron a la furia, entre ellos el burro y su sombra. Demás está decir que esos pocos mataron al burro a golpes, como si el pobre animal hubiera causado el desastre.

Este caso famoso y antiguo sigue teniendo plena vigencia, ya que muchas veces en las instituciones, en las familias y en la sociedad en su conjunto, se juega este juego destructivo, en el que suele caerse inadvertidamente, aun teniendo buenas intenciones.

Las sombras suelen deslizarse subrepticiamente. Por eso, reconocer sombras y tratarlas apropiadamente es de la mayor importancia en nuestra vida personal y social. A todo fin útil en buena dirección, a continuación planteo dos preguntas: 

¿Cuáles son las habilidades que se requiere para reconocer y tratar adecuadamente las sombras?

¿Cuál es el conocimiento que necesitamos desarrollar?

Reflexionen en ellas. Es importante para cada quien y para muchos, muchos más. Muchas gracias por hacerlo. 

«La sombra del burro»