El recorrido de este escrito es para mí un camino de descubrimiento, la revelación de mis más caros intereses y anhelos, los mismos que me acompañan desde siempre y ahora explorados de una manera nueva. Puestos en estas palabras los entrego a las corrientes del océano del mundo. Surgieron en el espacio de mi pausa creativa, mi viaje en el silencio en busca de mi nota en el concierto multifaz. Ese fue mi punto de partida. Estas reflexiones son mi brújula para orientar mis pasos hacia el encuentro con otras voces.

Caprichosamente mezclados nos confrontan viejos temas pendientes e innumerables nuevos problemas, antes impensados. Hay un amplio consenso en la necesidad de apelar a la mirada inclusiva y de largo plazo, pero en el terreno de las acciones esto dista de ser así ¿Por qué se nos hace tan difícil ser coherentes en nuestro sentipensar-hacer?

Los tiempos que corren instan a encontrar los hilos para entretejer nuestras vidas apropiándonos de esa coherencia. Las transformaciones paradigmáticas en curso, impulsadas por la sociedad del conocimiento, los cambios demográficos y la sustentabilidad ecológica son fuerzas pilares. Las maneras que adopten y las formas en que interactúen moldearán lo que para nosotros será.

Los dos primeros capítulos introducen a la compleja dinámica del entramado de creencias que sustenta las realidades que vivimos y recreamos una y otra vez. Los paradigmas, al agotarse, aumentan sus contradicciones hasta resolverlas en un nivel superior y más interesante. Entonces una perspectiva más amplia permite predecir y operar el mundo con mayor precisión. Nuestras construcciones condujeron a los desafíos inéditos que enfrentamos hoy, y también contienen las herramientas para superarlos; nos habilitan a reconocernos integrados a la intrincada red de la vida. Podemos dejar de pensarnos como separados y ofrecernos un destino amable con tantos más. Los conocimientos disponibles permiten echar luz sobre una vieja materia pendiente: el poder con otros; el convivir asegurando la continuidad de la vida y dejar atrás la idea de escasez que nos acompaña desde el principio de los tiempos.

Revisitar paradigmas superados e intentar posicionarse en el contexto de su época ilustra sobre cuánto exige transformarlos. Llevó más de doscientos años superar la idea de un universo cerrado y finito enunciado por Ptolomeo muchos siglos antes. Fue la construcción sucesiva de una minoría que abrió las puertas a un mundo nuevo y condujo también a la visión de un universo regido por leyes físicas inmutables, pasibles de ser escrutadas por completo. Una mirada donde lo vivencial, lo místico y lo religioso es descalificado, donde microcosmos y macrocosmos ya no reflejan uno al otro, sino que uno es parte del otro como un componente más. En los albores del siglo XX comenzó un nuevo giro fundamental: sucedieron cambios en la física y en las demás disciplinas. Pensarse como un observador independiente ya no es sostenible, separar al sujeto de su entorno perdió asidero. Microcosmos y macrocosmos vuelven a reflejarse mutuamente, y ahora podemos reconciliar ciencia y espiritualidad, abrirnos a la convivencia en la diversidad, al poder con otros.   

El capítulo 3 ofrece pinceladas de las transformaciones en la sociedad occidental, desde la Europa pre-agrícola hasta el amanecer pos-industrial, aún en curso. Detiene la mirada en la época renacentista en la que se concatenaron cambios en un mosaico de claroscuros, cuando la crisis de la época trastornó todos los ámbitos de la vida, diversificó profesiones y clases, afianzó el orden institucionalizado, engendró la economía monetaria, facilitó la acumulación y transmisión de conocimientos, y cimentó la separación entre ciencia y religión que nos alejó del mundo natural y cíclico e introdujo un compás mecanicista a la vida. El progreso, el tiempo productivo, el consumismo, el reino de lo efímero y la enajenación condujeron al agotamiento que vivimos hoy. La interdependencia es real y sugiere que para que algo florezca necesita un ambiente sano. Hacernos de una nueva mirada y operarla convenientemente es urgente.  

El capítulo 4 apunta a la sustentabilidad ecológica. No importa lo que nos parezca, la naturaleza sigue siendo el sustrato vital para la especie humana junto con la de muchas otras. Recorrer los eslabones de la cadena productiva siempre conduce a ella. Ella es la fuente. La biodiversidad integra el portafolio de aspectos a considerar para el desarrollo sustentable. Ofrece servicios esenciales, que la humanidad ha considerado como dados. Es la riqueza que sostiene el sistema vital y productivo. Dependemos mucho más de los servicios biosocioambientales de lo que solemos reconocer. Propiciar un ambiente sano, amable, inclusivo es una cuestión crucial y todos tenemos responsabilidades que cumplir al respecto; es de una importancia insoslayable en la aventura de final incierto que es la vida humana en la Tierra.  

El capítulo 5 introduce la transformación social en curso resultante del envejecimiento poblacional y los nuevos modelos socio-culturales. Muchos países están en transición demográfica, sus ancianos son más numerosos y más ancianos. La tendencia muestra que cuando la población mejora sus condiciones de vida básicas los niveles de natalidad disminuyen y se tiende hacia la autorregulación. Sin embargo, todavía hay un considerable crecimiento de la población en las zonas más precarias, que son muchas y extensas. Se perfila ante nosotros una sociedad atravesada por el fenómeno de la longevidad. Hay oportunidad para una aproximación prospectiva que priorice la situación, perspectivas, necesidades, intereses y potencial de la población y contribuya a refrescar pautas culturales, decisiones y estrategias.  

El capítulo 6 aborda cuestiones relativas al envejecimiento, la vejez, y la longevidad. La diferencia entre envejecimiento y vejez, los factores que influyen en el envejecimiento. Las posibilidades inéditas de una sociedad longeva en la que somos diseñadores y protagonistas. En las familias actuales contamos con el caudal de experiencia de cuatro y hasta cinco generaciones vivas. Disponemos de una singular riqueza inter-generacional para disfrutar de aprender y crecer juntos. 

El capítulo 7 esboza algunos desafíos que se plantean con la emergencia de una sociedad longeva. Los nuevos horizontes señalan que la experiencia de envejecer es un proceso diferencial en el que intervienen factores socio-históricos, socio-económicos, psicológicos y biológicos. Hay una creciente diversidad de “vejeces” que da cuenta de los cambios en curso y en los que inciden, sobre todo, la aspiración a una mayor calidad de vida. Para conformar una sociedad capaz de darnos las mejores posibilidades habrá que revisar la noción de pasividad y readecuar también los sistemas previsionales que fueron construidos en torno a conceptos que están quedando atrás.

El capítulo 8 trata de la centralidad de los conocimientos en la vida humana. En las últimas décadas se habilitó una vía para incrementar la inteligencia colectiva a través de redes no jerarquizadas, productoras de sociabilidad e inventiva cultural. El conocimiento disponible es abundante, pero se replican desigualdades previas: la apropiación es una cuestión intelectual, económica y afectiva; aparecen sutiles limitaciones: tras montañas de conocimiento e información los intercambios verbales y los espacios personales son más escasos. Esta cotidianeidad contrasta con los descubrimientos científicos del último siglo. La nueva ciencia nos revela una naturaleza creativa, interconectada, en la que somos partícipes y en la que nuestra mente es una matriz de realidad. Esa idea está socavando las que considerábamos de sentido común y rigor científico. Estamos aprendiendo a mirar desde este ángulo complejo y apenas vislumbramos su potencial, mientras la percepción del universo compuesto por objetos aislados continúa articulando la mayoría de nuestros actos en la vida diaria.  

El capítulo 9 aborda las limitaciones del sistema económico imperante. La economía se afana por buscar las mejores combinaciones de recursos para satisfacer las múltiples necesidades, pero encuentra dificultades crecientes para alcanzar sus fines. Surgió para ocuparse de los aspectos relativos a la generación y distribución de la riqueza cuando los modos de vida comenzaron a variar hacia formas más mercantiles. Después de siglos y con recursos tanto más abundantes la lógica del “ellos o nosotros” de la primigenia supervivencia sigue. Conflicto y competencia continúan en el sustrato de las relaciones internacionales y domésticas. Escasez y supervivencia remozaron sus formas. El énfasis puesto en la producción, el crecimiento, la productividad y el consumo desatiende los impactos que las actividades económicas imprimen al sistema biosocial y a las genuinas aspiraciones de las personas; la compleja urdimbre de relaciones e interdependencias escapa a los diseños del sistema vigente incapacitándolo para alcanzar sus fines de manera coherente y sustentable, determinando un desafío crucial, campo para la creatividad y la colaboración.  

El capítulo 10 recoge las posibilidades más sobresalientes de la sociedad red. Las tecnologías de la información están cambiando la sociedad desde su base material. La economía fue integrándose en un sistema abierto y en constante mutación; se organiza en torno a las redes de capital, gestión e información que funcionan en tiempo real y a escala global. Las redes pusieron al descubierto nuestra interdependencia y es mucho más que lo económico. Están transformando las formas de relacionarnos y de organizarnos. Hay una inteligencia que emerge de la interconexión y vitaliza a la sociedad. Se produce una convergencia entre la evolución social y las tecnologías de la información que instauró una nueva base de actividad que se difunde, recreando asimetrías de poder. El fuerte desequilibrio en la distribución de poder y riqueza, junto con la degradación del ambiente natural, aparecen como las faltas más evidentes y graves del sistema globalizado.     

El capítulo 11 explora la habilidad de la especie humana para construir inteligencia en una mente extendida que difunde el saber a través de redes físicas y sociales. Los perfiles cognitivos personales en los que se asientan creencias, conocimientos y sentimientos se extienden más allá del cuerpo físico, para adentrarse y fundirse en un intrincado andamiaje externo. La especial dinámica del entramado sociocultural y el paisaje físico cambian a partir de intervenciones y acciones individuales. Cada nuevo desafío, problema no resuelto, fracaso colectivo debería llevarnos a examinar aquellos resquicios en los que anidan insospechadas soluciones.

La experiencia sugiere que hay una “dimensión humana” a tener en cuenta para que los grupos funcionen mejor. Cuando las personas se conocen bien establecen formas de compartir recuerdos e información, se produce una especialización natural que aprovecha mejor la energía mental, una forma de sinergia.

La sinergia inclusiva, del modo en el que la define Abraham Maslow, es una capacidad social valiosa. Las sociedades que la tienen en mayor grado son un mejor lugar para vivir. En ellas existen áreas de beneficio mutuo que facilitan a las personas concretar sus aspiraciones particulares y, al mismo tiempo, desalientan objetivos que se realizan a expensas de otros.

Restablecer la “dimensión humana” puede ser la punta del ovillo para realizar los mejores sueños, reconocer nuestra íntima interdependencia, construir sinergias que puedan satisfacer sin agotar, cumplir sin prometer, multiplicarse en los resquicios que asoman por todas partes y sembrar abundancia para poder darnos la buena vida.

Del libro UN CAMINO A LA ABUNDANCIA – una cuestión de creencias

Propósito y recorrido del libro UN CAMINO A LA ABUNDANCIA